miércoles, 1 de diciembre de 2010

Me hubiera gustado estar en el 89 en Berlín.

Antes de empezar a contar el porque ese deseo de estar en Alemania durante la caída de la frontera interalemana, quiero aclarar e informar algunos aspectos relevantes que yo desconocía hasta hace poco sobre el tema.

Primero, la frontera que separaba a La República Federal Alemana (RFA) y a La República Democrática Alemana (RDA), era la frontera interalemana establecida en 1949 al dividirse el país entre los aliados occidentales y la Unión Soviética. El muro de Berlín forma parte de este sistema de defensa y solo representa alrededor del 10% de los 1382 Km de longitud de la barrera.

Alemania divida por la frontera interalemana.
La ciudad de Berlín, que también había sido divida de la misma forma que el país, se encontraba por completo dentro del territorio comunista, debido a esto el muro de la verguenza o muro antifascista (dependiendo del punto de vista) levantado para dividir a la urbe alemana, rodeaba por completo su parte occidental. Para evitar la fuga de personas de la parte comunista hacia la parte capitalista.

Berlín dividida por el muro.

Para ser sincero yo antes pensaba que que el muro de Berlín atravesaba por completa a la Alemania de post segunda guerra mundial.

Una excelente explicación de la frontera interalemana la pueden encontrar en el siguiente enlace de video:

Ahora bien, yo soy de los que consideran a la obra de la RDA como el muro de la verguenza. El símbolo de un sistema autoritario que deseaba seres autómatas y consideraba enemigo a los autónomos. Una barrera contra la libertad de acción y de pensamiento, que buscaba obligar a vivir en el paraíso socialista.

La vida en la parte comunista no se corresponde con a la visión de extrema restricción y penuria que tiene en general la opinión pública, pero considero que no vale la pena vivir en un sistema donde constantemente sientes la bota de hierro del estado en tu cabeza, si tu opinión no es uniforme a la de la mayoría o mejor dicho de la minoría gobernante. Como bien lo refleja la hermosa película "La vida de los otros".



En la noche del nueve de noviembre de 1989, se produce el anuncio del miembro del Partido Socialista Unificado de Alemania, Günther Schabowski, en el cual afirma que las restricciones para cruzar la frontera quedan abolidas inmediatamente (se afirma que este anuncio fue un error, la medida de restricción se tenía pensado abolirse al día siguiente). Entonces miles de berlineses del este, incrédulos, se dirigen hacia los puestos fronterizos del muro para comprobar si era posible atravesarlo sin ser víctima de disparos. La noticia recorre el mundo, los primeros en enterarse del acontecimiento son los alemanes occidentales, quienes eufóricos salen al encuentro de sus vecinos del este. 

Los guardias fronterizos ante la presencia de miles de personas abren las barreras de los puestos fronterizos pasando así de inmediato cientos de personas al otro lado, en medio de una celebración colectiva genuina, espectacular, que solo pertenecía a los ciudadanos. Las personas empiezan a abrazar como hermano al desconocido que esta a su lado y familias separadas se reencuentran. Otras personas deciden trepar el muro para llegar al otro lado, como tantas veces soñaron, otros llevan martillos para abrir boquetes y destruir el despreciado muro. La destrucción en masa del muro se produce al día siguiente cuando ya toda la ciudad esta enterada del fin de las restricciones.

Para mi fue uno de los momentos más hermosos de la humanidad, una esperanza de cambio se sentía en el mundo, de que se podía superar toda la basura que nos dividía, lamentablemente las cosas no se desarrollaron como se esperaba, cayo la Cortina de Hierro, pero no se superaron todas las injusticias que existían dentro y fuera de la franja. Pero ese momento es muy especial hubiera sido genial estar allí, y ser parte de ese momento y de la destrucción del muro.








Mstislav Rostropóvich, tocando ante el muro.